La warmi indígena y la mujer blanca mestiza, dos mundos desiguales dentro de un mundo
Por: Saúl Flores Calderón
Escuchar el artículo:
En la
sociedad machista y patriarcal la mujer es la oprimida, discriminada, excluida,
menospreciada, inferiorizada y violentada. En Bolivia cada fin de semana se
escucha numerosos casos de violencia hacia la mujer, mencionemos alguno de
ellos. Según el Fiscal General del Estado, Ramiro Guerrero, reveló que desde el
2015 hasta el primer trimestre de 2017 se registraron aproximadamente 71.000
casos de violencia hacia la mujer, entre violencia física, psicológica,
simbólica y otros. El acto más reprochable es el feminicidio, situación que
aqueja a las mujeres y a las autoridades de los diferentes niveles del Estado.
La Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) de enero a abril de
2017 registró 22 feminicidios, por otro lado
Ramiro
Guerrero, declaró que en el primer trimestre de 2017 se registraron 33 casos de
feminicidios en el país, 11 casos más que la que presento FELCV. El último
hecho catastrófico fue en Uyuni Potosí, Erbol indicó que una mujer falleció porque
el cónyuge de la mujer la había golpeado en la cabeza y después la asfixió.
Este tipo de violencia se escucha con mucha frecuencia en los medios de comunicación
y quizás para algunos no sea novedosa.
La
mujer también es violentada por los varones en la vida pública, es acosada
políticamente porque para el hombre la política no es para las warmis. Saúl
Flores (2015) en su artículo “¿La
política también es para las warmis (mujeres)?”
indica que los chachas (varones) no querían que las mujeres vayan como primeras
candidatas a concejalías en las elecciones municipales de Ancoraimes en el año
2015; los chachas consideraron incapaz a las warmis en el campo político o en
todo caso planificaron anticipadamente maneras para hacer renunciar a las
concejalas después de ganar las elecciones. En el año 2012, en el mismo
municipio, fue tan fuerte el acoso de las autoridades municipales que dieron
muerte a la concejala Juana Quispe, después de que la señora haya ganado el
amparo en dos ocasiones para recuperar el puesto en el concejo municipal. El
principal sospecho es el ex alcalde Félix Huanca Flores, aunque también se
especula que la persona que mató a la señora Juana Quispe fue una mujer. Hasta
ahora no se solucionó el caso. Similar caso pasó también en Cuatro Cañadas de
la provincia Ñuflo de Chávez con la ex alcaldesa Dominga Fernández, que en
varias ocasiones fue a la Casa de la Mujer porque recibía contante violencia,
la decían que cocine para su marido, que vaya a cocinar para sus hijos, además
que inventaban calumnias indicando que ella era infiel. Existe una ley contra
el acoso y violencia política desde el año 2013 pero aun así continuó el acoso
hacia las mujeres.
La violencia física, psicológica,
simbólica, acoso político y el feminicidio son esencialmente prácticas de la
cultura machista y patriarcal. Los “varoncitos” piensan que la mujer es
inferior al varón y esto se ha internalizado en la familia y en la escuela; se
ha naturalizado y se convirtió en norma y no es extraño, lamentablemente, que
el varón se excuse en esto cuando golpea a una mujer. El sistema colonial
vigente y patriarcal ayudó a la propagación del machismo, al respecto Claudia
Condori dice: “Este sistema se encargó de hacernos ver como “la menor de edad”
que debe ser controlada estableciendo modelos de “ser mujer”, de “ser madre
abnegada”, a través de la religión, medios de comunicación, estándares de
belleza, etc.” (Condori, 2017). Por otro lado, los actos de violencia también
se realizaron en su mayoría cuando el hombre o mujer se encontraban en estados
de ebriedad.
Ante esta realidad, los movimientos
feministas tales como Mujeres Creando, Feminismo Comunitario, activistas
independientes, han condenado las acciones de los varones, como también han
cuestionado la incapacidad de las instituciones del Estado para frenar los
atropellos contra la mujer y la legitimación del machismo. Para los sectores
feministas radicales, el varón es el mal de la sociedad cuando ejerce el
machismo. Las feministas están denunciando constantemente la violencia de los
varones hacia las mujeres desde medios de comunicación, grafitis, actos
públicos, ahora por medio de las redes sociales (Facebook, Twitter).
El movimiento feminista se muestra
como un bloque sólido que lucha contra la violencia y el machismo, pero no se
toma en cuenta la violencia que existe entre las mismas mujeres; este es un
aspecto muchas veces no tomado en cuenta. David Aarón Cárdenas, a partir de una
encuesta, dice que en México dos de cada 10 mujeres sufren bullying, al
respecto señala “…una mujer cuando tiene poder es peor que un hombre…”. Bolivia
no está lejos de la situación de México. Algunas jefas de empresas o
instituciones dicen que prefieren trabajar con hombres y no con mujeres, pues
estas serían conflictivas. David Aarón
Cárdenas, además, dice que cuando el hombre es infiel muchas culpan a las otras
y no al hombre, igualmente en Bolivia cuando algunos hombres son infieles,
algunas mujeres “abnegadas” lo justifican diciendo “hombre es pues”, de esta
manera se argumenta la infidelidad del “macho”.
La mujer es la aliada del varón y no
de su semejante. Es extraño ver que muchas mujeres no establecen un pacto entre
ellas, como sector “femenino” que luche por intereses comunes, en algunos casos
hasta son enemigas políticas y personales y eso que todas dicen ser feministas.
Mientras que entre los varones hay un pacto (sea bueno o malo) que les ayuda a
luchar por sus intereses comunes, formar agrupaciones políticas o incluso
encubrirse, claramente Adriana Montenegro (comunicación personal, marzo, 2017),
activista feminista, indicó en las redes sociales que los “machos” velan sus
intereses entre ellos. En una exposición el arquitecto Guido Alejo, miembro del
colectivo Comunidad Crítica, relató que el responsable de contrataciones de una
empresa constructora le ofreció mayor sueldo que a una arquitecta, aquí se
muestra que entre los varones hay solidaridad y complicidad de género.
Definitivamente dentro del movimiento femenino
existen contradicciones y limitaciones que hasta ahora no se ha solucionado y
esto hace que no sea un colectivo enteramente sólido y único. Además la
existencia de diversidad de feminismos como: feminismo socialista, feminismo
marxista, feminismo radical, feminismo burgués, feminismo comunitario de
Julieta Paredes, feminismo indianista – katarista hacen que se dividan fuerzas
en cuanto a la lucha feminista. Al parecer la búsqueda de igualdad género no es
un argumento suficiente para unificar a las mujeres. Los motivos son varios por
los cuales las mujeres no se agrupen en un solo movimiento,
uno de ellos es la
cuestión de clase, en donde una minoría de mujeres está camino a la liberación
y otras a la opresión, en donde una minoría son patronas y las otras
sirvientas; esta realidad no permitió la unidad. Las mujeres nunca han sido
“iguales” o no fueron consideradas como asimiles entre ellas, ya sea en la
educación, el trabajo o por su color de piel. Mientras aun haya este tipo de
diferencias no se puede pensar en la liberación de la totalidad de las mujeres.
Además, tal como indica Adriana Guzmán (2014), los feminismos que existente en
la actualidad terminaron siendo teóricos, descriptivos sin propuestas ni
proyectos de sociedad. Las teorías se quedaron en la academia y de esta manera
no construyeron sujetos.
Se indicó que la mujer es oprimida
por género, es decir por ser mujer. Pero hay otro factor más crucial que hasta
ahora no han solucionado las feministas, es la cuestión étnica/racial. Estefany
Murillo dice al respecto: ˝La india es aquella mujer que sufre todos los tipos
de opresión, pues carga sobre sus hombros la opresión colonial del racismo y
sufre también la opresión de género”. (Murillo, 2016). La feminista quiere decir
que las mujeres del mundo son oprimidas por ser mujeres, pero en estas naciones
colonizadas las mujeres también son oprimidas por ser indias o indígenas. Pero
en este caso no solo el varón se agarra del género y raza para oprimir a la
india, sino también la mujer. Esta situación hace que el varón blanco y la
mujer blanca se agarren de la mano para oprimir a la mujer india. Aquí existe
la primera contradicción y diferencia entre las mujeres, unas que son oprimidas
solamente por ser mujer, mientras que otras son oprimidas por ser indias y
mujeres.
Pero si hacemos una relación y
comparación entre la mujer india y la mujer blanca mestiza se pueden notar dos
mundos distintos. La mujer india es más oprimida y excluida que la mujer
blanca. Por ejemplo, no conozco mujeres blancas analfabetas, pero si conozco
indias analfabetas, como mi abuela, tía y mamá, incluso mis primas hermanas. La
mujer blanca accedió por su condición de casta y clase a la educación desde
temprana edad, pero la india no conoció la escuela y si fue a la escuela apenas
aprendió a escribir y leer. Esta situación diferenciada en cuanto a acceso a
oportunidades, incluso crea condiciones para que la mujer blanca pueda hacer
política por sus condiciones “estables” pero las mujeres indias no, tienen que
estar cuidando sus hijos en la casa, cocinando para que el hombre haga
política. A las mujeres indias no se les permitió tener acceso a la
escuela. La asambleísta departamental
Ximena Leonardo manifiesta que sus padres no querían que vaya a la escuela y la
decían para qué vas a ir a la escuela, que vaya tu hermano. Beatriz Zegarrundo,
Secretaria Departamental de Desarrollo Social y Comunitario de la Gobernación
de La Paz también expresó en una entrevista hecha por El Diario (2017) que en
una sociedad machista “el hijo varón tiene más valor que la hija mujer”.
Para ilustrar la diferencia, tenemos
la experiencia de dos casos: La primera mujer presidenta de Bolivia es Lidia
Guiller, Cochabambina nacida en 1926. Ella estudió en el Instituto Americano de
Cochabamba, donde cursó sus estudios secundarios y comerciales y en los que
obtuvo el título de contadora. Desde 1948 militó en el Movimiento Nacionalista
Revolucionario (MNR), donde se formó políticamente y se destacó como dirigente
femenina juvenil. Por las circunstancias de inestabilidad política el 16 de
noviembre de 1979 asumió la presidencia de Bolivia. Lidia Guiller tuvo acceso a
la educación y a la actividad política porque es una mujer de clase alta y
perteneciente a una casta. Sin embargo, Juana Mamani, mujer indígena de
pollera, nunca ingresó a la escuela; hoy en día apenas puede firmar y escribir
su nombre completo, aun así es una mujer analfabeta aunque haya asistido a los
cursos de “Yo sí puedo”. Pasaron más de 15 años para que una mujer aymara de
pollera llegue al parlamento después de Lidia Guiller, nos estamos refiriendo a
la comadre Remedios Loza Alvarado, mujer indígena de pollera que llegó al
parlamento en el año 1997.
Si hacemos una comparación entre la
mujer blanca e india, la blanca está camino a la liberación, pero no las
mujeres indias. La rebelión y liberación de las blancas empieza desde la vida
familiar, la mujer blanca en la mayoría de los casos, cuando es golpeada por su
esposo se separa de inmediato y no necesita del varón para llevar adelante su
familia, incluso denuncia ante la policía para hacerle proceso al agresor o
sino hace justicia con sus manos. La mujer blanca, salta, grita, violenta,
denuncia y de alguna manera contrarresta algunas formas de machismo y
violencia. Sin embargo, la mayoría de las mujeres indias son maltratadas en el
hogar por su esposo, por el hermano y otros varones que viven alrededor; la
mujer indígena sufre violencia física, psicológica y simbólica. Aunque sea
engañada y golpea continúa siendo fiel al esposo, hasta se aguanta de denunciar
a las autoridades correspondientes. Por esta razón se considera que hay grandes
brechas de diferencia entre ambas mujeres. La indígena es la más violentada en
todos los sentidos por los varones blancos e indios como también por las
mujeres blanca mestizas.
Habíamos mencionado que entre la
mujer indígena y la mujer blanca se teje una relación de dominación en donde la
mujer blanca es la dominadora y la mujer indígena la sometida. Esta situación
ha sido revelada por Felipe Quispe (Mallku) hace años cuando dijo a Amalia
Pando, que “no quiero que mi hija sea tu sirvienta”. La declaración de Quispe
muestra nada menos que la existencia de dos realidades, dos mujeres: la mujer
oprimida y la mujer opresora. En la casa de la patrona, la mujer indígena es
sirvienta y sirve a los “varoncitos” y la mujer feminista no dice nada y
legitima el machismo en sus hijos y su esposo y no habla de la liberación femenina
pero si en espacios políticos y académicos. La patrona puede rebelarse contra
el varón en su casa pero la empleada no puede actuar de la misma manera, cuando
se levanta ante alguna agresión es despedida por ser “malcriada”. Un hecho
relevante fue el caso de la señora Tomasita que fue esclavizada por la patrona
y el patrón de casta blanco mestiza. Esta situación hace que la mujer indígena
se avergüence de su condición de mujer y desee haber sido hombre, así también
se avergüenza de su raza (dice porque soy indígena) y de su color de piel; no
quiere ser morena, odia su apellido, en ese sentido quiere blanquearse y ser
como la mujer blanca de alta sociedad.
Esta diferencia no solo es visible
en la familia sino también en la sociedad, a la indígena le llaman “chola”,
“doña”, “doñita”, pero a la mujer blanca – mestiza la dicen “señora”, “dama”,
“patrona”. Esto consolida el imaginario de que la mujer indígena es inculta y
la mujer blanca la educada e inteligente. Además, la mujer de pollera en la
sociedad sufre denigración y burla por parte del blanco y blanca, incluso por
los propios indios, un caso particular es el caso de autoridades que han sido
vestidos de pollera como forma de castigo y humillación, un caso particular es
cuando los alcaldes de Ayo Ayo y Achacachi fueron obligados a ponerse la
pollera para humillarlos frente a la colectividad. La pollera es tomada como
símbolo denigrante. En las fiestas de carnaval algunos varones se ponen pollera
para burlarse y divertir a la gente, similar acto hace la comediante Jenny
Serrano cuando se viste de mujer de pollera, ante esto las feministas blancas
mestizas no dicen nada, al contrario, se burlan y se divierten, más prefieren
cuestionar a los varones que solucionar los problemas entre mujeres.
En la política, la mujer desde el
llamado “proceso de cambio” ocupó cargos de poder en la asamblea municipal,
departamental y nacional. La mujer tiene una participación de 50% en los
espacios de poder, pero dentro de esta mitad, las mujeres indígenas de pollera
solo son símbolos para los varones y las mujeres blancas. Solo sirven para
levantar las manos, mientras que las blancas diputadas y senadoras son las que
piensan, hablan, monopolizan los actos mediáticos, dirigen comisiones y hasta
llegan a ocupar el cargo de la presidencia de la cámara de diputados (Gabriela
Montaño). Hasta ahora no se ha visto ninguna mujer de pollera dirigir u ocupar
el cargo de presidencia de la cámara diputados o senadores.
Entonces, los movimientos feministas
antes de hablar de la liberación de las mujeres tienen que solucionar las
contradicciones y limitaciones internas, sin solucionar esto no se podría soñar
en una liberación colectiva de mujeres, sabiendo que las mujeres indias son las
más oprimidas y excluidas.
BIBLIOGRAFÍA
AARÓN Cárdenas David
(2013). “¿Violencia de mujeres…contra mujeres?”. En: Firmas. 30 de noviembre de
2013. Recuperado:
http://www.milenio.com/firmas/david_aaron_cardenas/Violencia-mujerescontra-mujeres_18_199960027.html
CONDORI Claudia
(2017). “Las malas hierbas”. s.d.
EL DIARIO (2017). “El
machismo se genera desde la familia”. Domingo 05 de noviembre de 2017.
Recuperado:
http://www.eldiario.net/noticias/2017/2017_11/nt171105/politica.php?n=55
EL DEBER (2017). “La
Fiscalía reporta 33 feminicidios en el primer trimestre del año”. 04 de mayo de
2017. Recuperado:
http://www.eldeber.com.bo/bolivia/Fiscalia-reporta-33-feminicidios-en-el-primer-trimestre-20170503-0107.html
ERBOL (2017). “Uyuni:
Mujer de 29 años es víctima de violento feminicidio”. 16 de octubre de 2017.
Recuperado: http://www.erbol.com.bo/noticia/seguridad/16102017/uyuni_mujer_de_29_anos_es_victima_de_violento_feminicidio.
FLORES Calderón Saúl
(2015). “¿La política también es para las warmis?” La Época, N° 660. La Paz.
MURILLO Estefany
(2016). “El warmi indianismo como horizonte de libertad y poder”. En: Periódico
Digital Pukara N° 118 del mes de junio.
PAREDES Julieta y
GUZMAN Adriana (2014). ¿Qué es el feminismo comunitario? bases para la despatriarcalización. 2da Edición. La Paz:
Mujeres Creando Comunidad.
Publicar un comentario
0 Comentarios