Cultura política boliviana, la pata coja de la campaña opositora
Por Gustavo Adolfo Calle Laime*
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El
blanco de la oposición boliviana, en términos de campaña electoral, ha sido mal
elegido. Los clivajes (escisiones que marcan las tendencias y los respaldos
electorales): democracia-autoritarismo, corrupción-institucionalidad,
medioambiente-extractivismo, han sido agendas mal planteadas. Justas, nobles y
necesarias, sí; pero con una gran debilidad: no responden a la cultura política
boliviana. Por otro lado, eso habla muy mal de nuestras prioridades.
Es
curioso, el más prolífico intelectual de derecha, desde mi punto de vista, HCF
Mansilla, tenía la lectura más atinada al respecto, sin embargo, fue totalmente
dejada de lado por los asesores de campaña de la oposición.
El
crítico intelectual había advertido: la sociedad boliviana es altamente
conservadora.
Tenía
razón, acostumbrada al autoritarismo, no sorprende que haya soportado el
caudillismo militar por 55 años, el caudillismo conservador y liberal por más
de 40 años, el autoritarismo oligárquico por 32 años, el autoritarismo del
nacionalismo revolucionario por 12 años y un periodo de dictaduras militares
por casi 20 años.
Aún
más, como bien ha sugerido la politóloga Jimena Costa, otra voz ignorada en el
diagnóstico, no sorprende que: la cultura política boliviana, sea altamente
tolerante a la corrupción, al grado de “demandarla”, cuando también puede sacar
alguna ventaja. ¿Por qué creen que temas como el autoritarismo y la corrupción
no logran generar empatía en la mayoría del electorado boliviano?
En ese
marco conservador, gran parte de la sociedad boliviana no apuesta por el
cuidado del medio ambiente; lamentablemente, es lógico que así sea, pues, de su
inmisericorde explotación ha vivido desde el momento de su fundación.
Por
esta razón, dentro de sus valores culturales, los llamados a cuidar a la madre
tierra son simples expresiones retóricas que no tienen un asidero práctico, por
mucha bulla que se haga desde los círculos medioambientalistas. ¿Por qué creen
que la quema de la Chiquitania no tiene el impacto suficiente para ser
utilizado como eje de campaña antigubernamental?
Del
otro lado, el lado del Movimiento al Socialismo (MAS), el no menos sensato,
pero sí el más pragmático, se ha preferido hurguetear los viejos prejuicios
conservadores de las mayorías populares para construir así una campaña fundada
en miedos e incertidumbres. ¡Efectiva campaña!, pues, se funda en las creencias
y prejuicios de las mayorías.
Así, el
MAS ha optado por construir una campaña en torno a los clivajes:
nación-antinación (imperio), pueblo-derecha (oligarquía) y
estabilidad-inestabilidad. Ah, y por supuesto, el viejo anhelo boliviano de ¡modernización
a como dé lugar!
En ese
esquema, como sugiere el profesor norteamericano de ciencia política, Murray
Edelman, se puede crear escenarios de apoyo electoral con facilidad, pues, climas
de incertidumbre y certeza, de angustia y felicidad son suficientes para que el
estratega cree la formula, la alternativa y la solución.
De esa
manera, al mejor estilo de las estrategias de campaña norteamericanas, donde el
peso de las ideologías y las utopías son insignificantes, el MAS ha creado un
escenario de campaña en correspondencia con lo que la cultura política
boliviana exige.
Por eso,
en un marco de viejos prejuicios y creencias, donde la mayoría boliviana,
tristemente, aún calza, el MAS encontró el asiento ideal para su candidato: éste,
todavía, evoca al caudillo-mesiánico: fuerte (autoritario) y “homérico”
(salvador) sin el cual los bolivianos se irían al abismo y caerían en manos de
la “antinación”. Por eso a éste caudillo se le tolera su verticalidad y su
falta de transparencia, pues, es el “héroe del pueblo”.
Ganará
el MAS en este escenario, es muy posible, de hecho, analistas de campaña, como
Manuel Suarez, así lo creen. Lo preocupante es que lo hará con licencia de gran
parte de los bolivianos, lo hará porqué aún, nuestra sociedad está a gusto con
la cultura política que tiene.
En otro
espacio escribí que de esto es también responsable, en gran medida, la
oposición política, pues han jugado en los términos que el MAS ha marcado. Los
candidatos principales de la oposición ajustan muy bien con los viejos
prejuicios y creencias de la mayoría popular boliviana: Carlos Mesa y Oscar
Ortiz, representan muy bien al pasado neoliberal (“la derecha”) y el círculo de
asesores y candidatos de sus frentes a la vieja Bolivia “oligárquica”. De ellos
es muy poco creíble sus eslóganes “ya es demasiado” y “tengo las manos limpias”.
Así, los principales candidatos de oposición son fácilmente encasillables en
los viejos prejuicios y creencias populares que tienen como tormento a la
“terrible derecha”.
En más
de una década, la oposición política boliviana debió renovarse, no lo hizo, tal
vez no la dejaron, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que, por efecto de esa
falta de tino, hoy tenemos un gobierno que tiene todas las posibilidades de
ganar las elecciones.
¿Y
ahora? Lo que queda es apostar por la renovación política, imaginar un próximo
escenario político donde se trabaje para transformar la cultura política
boliviana de la mano de nuevos actores y nuevas ideas. Nuevas ideas, que, en la
pugna política, prioricen los intereses y las demandas: reales, concretas,
urgentes y necesarias de los bolivianos. ¡Futuras élites
políticas, apareced y renovad la política, no hay nada que perder, sólo las
elecciones!
*Miembro
del grupo de reflexión política Jichha
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