Hijos del inca y de la patria: Representaciones del indígena durante el congreso indigenal de 1945.
*Elizabeth Shesko
Introducción
Por una ley vigente hasta
noviembre de 1944, los indígenas no podían pisar las plazas principales de La Paz. En un cambio dramático
que tuvo lugar sólo meses después de la revocación de esta ley[1],
La Paz fue la sede del Primer Congreso Indigenal Nacional, en el que
participaron miles de indígenas. El Congreso se llevó a cabo en el Luna Park de
La Paz, del 10 al 15 de mayo de 1945 y fue patrocinado por el gobierno de
Gualberto Villarroel quien, producto de una alianza entre el Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR) y la logia militar Razónde Patria (Radepa),
había llegado al poder a través de un golpe militar en 1943. Enfrentando
enemigos de la izquierda y la derecha, su gobierno intentó construir una
relación directa con la población indígena a través del Congreso Indigenal.
El gobierno entregó credenciales
a unos 1200 delegados comunarios y colonos para asistir al congreso, miles más —entre
familiares y observadores— acompañaron a los delegados indígenas. Durante las horas de las mañanas, cuatro
comisiones, compuestas por representantes estatales y algunos delegados indígenas,
sesionaron para debatir temas como la educación indigenal, la supresión de
servicios gratuitos, la reglamentación del trabajo agrario y la organización de
una policía rural.
El gobierno entregó credenciales
a unos 1200 delegados comunarios y colonos para asistir al congreso, miles más —entre
familiares y observadores— acompañaron a los delegados indígenas. Durante las
horas de las mañanas, cuatro comisiones, compuestas por representantes estatales y algunos delegados indígenas,
sesionaron para debatir temas como la educación indigenal, la supresión de
servicios gratuitos, la reglamentación del trabajo agrario y la organización de
una policía rural.
Historiadores y antropólogos como
Jorge Dandler, Juan Torrico, Laura Gotkowitz y Pilar Mendieta Parada han explorado
los procesos políticos que hicieron posible el congreso, su conexión con el
linchamiento de Villarroel y los efectos profundos de estos eventos en el campo[2];
en contraste, este artículo revisa la cobertura del Congreso en los medios de
comunicación para entender la representación de la identidad indígena en el discurso
público y cómo los delegados indígenas se representaron a ellos mismos. Sostengo
que en las representaciones oficiales
del indígena, destacaron el uso de los idiomas originarios, el patriotismo y
las labores agrícolas como medidas de la autenticidad; los delegados movilizaron
y subvirtieron estos tropos durante el Congreso, construyendo una identidad
nacionalista en la que reclamaban ser hijos del Inca y de la patria y que
podrían contribuir al progreso nacional y beneficiarse de su desarrollo.
Los indígenas “auténticos” inventados por la prensa
La prensa aseguró a sus lectores
que solamente indígenas “auténticos” podrían participar en el Congreso. De
hecho, los artículos de prensa que se referían al Congreso usaron el adjetivo “auténtico”
constantemente, repitiéndolo más de veinte veces aquella semana. Los “indígenas
auténticos”, inventados por la prensa, estaban marcados por su traje, idioma,
labores agrícolas y patriotismo. Ésta preocupación por la “autenticidad”
provenía de los rumores de sublevaciones provocadas por elementos supuestamente
ajenos “al verdadero indígena”[3],
la prensa subrayó que solamente los que tenían “larga residencia en el
respectivo distrito” y eran “dedicados a faenas exclusivamente rurales” podrían
participar como delegados[4].
El indicador de “autenticidad”
más destacado por la prensa era lo visual del traje; los artículos describieron
varias veces los “vívidos colores de sus ponchos”[5]
y en casi todas las 22 fotografías publicadas
de delegados individuales o de grupos pequeños, éstos lucían traje indígena.
Característica es la foto de los delegados de Toropalca llevando ponchos y
monteras[6].
El contenido de los artículos
destacaba el traje. Por ejemplo, La Calle, el órgano del MNR, escribió:
“Bastante simpatía despertó en el público la presencia de los congresistas indígenas.
Sobre todo se reconoció a éstos el mérito de no haberse disfrazado de
caballeros”[7]. Este
comentario y las representaciones visuales, que casi exclusivamente mostraban a
delegados en traje tradicional, tal vez envió un mensaje a los delegados: ellos
podrían esperar una mejor recepción si usaban traje indígena y se adecuaban a
la imagen del indígena “auténtico”. Sin embargo, cómo se puede ver en algunas
foto grafías[8], muchos
delegados no se adaptaron a esta imagen, si bien la prensa no destacó sus
retratos, se puede observar, en las fotos del público, que la mayoría de los
delegados llevaban camisas blancas y sacos; de hecho, el análisis de las
fotografías publicadas revela que de los 110 delegados, sólo un 19 por ciento
vestía trajes que la prensa calificaría como indígenas.
Tal vez un delegado respondió a
este llamamiento “a lucir traje indígena”. En una foto tomada en la inaguración,
Dionisio Miranda, un delegado quechua-hablante, nombrado vicepresidente del
Congreso, llevaba camisa blanca y saco; sin embargo, en todos los días subsecuentes
lució un poncho[9]. Aunque
no podemos conocer las razones de este cambio, quizás la insistencia de la
prensa en representar el Congreso a través del traje indígena reflejó una influencia
más tangible sobre este delegado.
Otro indicador de “autenticidad
indígena” que reclamaba la prensa era el uso de idiomas nativos. Casi todos los
artículos comentaron sobre la naturaleza plurilingüe del Congreso, en el cual “cada grupo lingüístico, va siendo informado
en su propia lengua”[10].
Un artículo comentó que los representantes del gobierno alternaron “con los
indígenas campesinos en quechua y aymara, lenguas nativas que los indios con
bufete de 'más capacitados' ignoran oficialmente, aunque son dichas lenguas
autóctonas las que guardan mayor armonía con sus fisonomías”[11].
Sustentó que los idiomas nativos eran biológicamente más apropiados para los
indígenas que el castellano y que los representantes del gobierno, en vez de los
indígenas mismos, tenían la responsabilidad de actuar como intermediarios y
traductores de sus deseos y necesidades.
El idioma y traje nativos estaban
tan relacionados a la imagen del indígena que un periodista de La Calle no
sabía qué hacer con algunos delegados que no cumplían este “requisito”: “Los
delegados Huayllani y Uyuli [de Nor Lípez] hablan correctamente el idioma
nacional y visten a la moderna, dando la impresión de que no son propiamente
indígenas, sino mestizos; pero ellos expresan que son legítimos autóctonos”[12].
El periodista se sorprendió de enfrentar el manejo de español y la carencia de
traje indígena y usó estos aspectos para cuestionar la autenticidad de los
mencionados delegados, insistiendo en la importancia de los indicadores para la
clasificación social de la época.
El énfasis en traje, idioma y
labor rural marcó a los indígenas como un grupo distinto dentro de la nación
boliviana, destacando sus diferencias con la población urbana. Otro indicador
común en la prensa era el patriotismo, que sirvió para conectar al indígena con
metas no solo étnicas sino nacionales. Las descripciones del acto de inauguración
destacaron el uso de banderas nacionales en manos de los delegados y la “profunda
unción patriótica” con la cual ellos escucharon al himno nacional[13].
Este énfasis en el patriotismo sirvió para domesticar discursivamente a los
delegados, alejándolos de la amenaza de acción separatista. En esta imagen de
la nación, los indígenas podían ser distintos (destacados por su traje e
idioma) dentro del marco nacional pero al fin tenían que ser bolivianos
dedicados a la patria. Esta imagen del patriotismo era parte del momento
nacionalista y justificó el uso de los símbolos y la historia indígena para
representar a la nación.
La formulación de demandas indígenas
El presidente del Congreso,
Francisco Chipana Ramos, de 33 años de
edad, natural de Challapa (Provincia Camacho), ejemplificó la imagen de “indígena
auténtico”: expuso en aymara, lució traje explícitamente indígena e incluyó
referencias al Inca y al cóndor en sus discursos, por lo que la prensa lo
acreditó como un individuo con capacidad de interpretar “el pensamiento de
millares de hombres oscuros que en ese momento, desde sus lejanos ayllus,
asistían con el espíritu tenso a ese acto”[14].
Esta y otras afirmaciones parecidas confirmaron a Chipana como un representante
de todos los indígenas pero también como alguien excepcional, insinuando que
sólo él (y no los otros delegados) podía dar voz a los pensamientos de estos
“hombres oscuros”. Su discurso de inauguración invocó a lo indigenal y también
se presentó a sí mismo y a los otros delegados como ciudadanos bolivianos,
describiéndose como patrióticos, leales al gobierno y elementos del progreso
nacional. De esa manera, este actor funcionó como proponente del gobierno. La
Razón reportó estas palabras:
“Debemos cumplirlo [nuestros juramentos] por la grandeza de Bolivia…
Somos los hijos del Inca. Como tales debemos hablar… Con la ayuda del Gobierno
emprenderemos nuestras tareas agrícolas con garantía. Aprenderemos a leer, a
escribir…”[15].
Así afirmó la posibilidad de una
Bolivia que podría ser indígena y moderna, con delegados netamente indígenas
que querían trabajar para la grandeza nacional y ser agentes del “progreso.” La
traducción de su discurso continuó:
“Nosotros somos bolivianos y él es nuestro gobernante…. Lo que el
presidente de Bolivia quiere es que sepamos trabajar mejor para vivir mejor;
para que las cosechas sean grandes y todos estén contentos; para que todos
sepan leer y para que sean limpios y sus almas sean buenas…. [La Revolución] es
como el viejo Cóndor de los altos cerros, con su penacho blanco, y que nos ha
de cobijar a todos con sus poderosas alas. La Revolución nos ha de enseñar
muchas cosas. Tenemos pecho de bronce, pero no sabemos nada…. Ahora el
presidente... nos enseñará a trabajar con máquina la tierra para vivir mejor”[16].
Una vez más, Chipana invocó lo
indígena con sus referencias a la tierra y al cóndor, pero esta parte de su discurso parece más bien un
intento del Estado para dominar a los indígenas. En esta cita, el gobierno
siempre actúa y los indígenas son recipientes pasivos de los esfuerzos
paternalistas.
Basado en las traducciones
publicadas en la prensa paceña, se podía interpretar su discurso como pura
propaganda estatal que otorgaba al indígena el papel de tutelado, que
contribuiría al gobierno con su trabajo. Sin embargo, sus palabras también
contenían un trasfondo revolucionario: representaron al Congreso como un
contrato entre el gobierno y los delegados. Chipana prometió a los delegados
que “ahora no ha de permitir más abusos
de nadie contra nadie”[17].
Al clausurar el Congreso, Chipana obsequió públicamente el lluchu encarnado que
siempre llevaba, al Presidente Villarroel[18].
Este acto puede interpretarse como la firma de un contrato formulado como
resultado del Congreso; la confianza en sus palabras y actos y el hecho de
haber compartido la tarima con el Presidente de la nación revelan algo que puede
ser conceptualizado como el otro lado del paternalismo: el derecho del indígena
a hablar y beneficiarse de la ciudadanía boliviana.
Otros delegados también tuvieron
la oportunidad de insertar sus voces en la conversación, expresando así una
visión propia de su papel en la nación. Una entrevista con los delegados de la
Provincia Ladislao Cabrera, publicada en El Diario citó a los delegados de esta
manera:
“Hemos visto en La Paz grandes fábricas, horno de altas chimeneas,
molinos, vehículos, fuerza eléctrica, agua potable, hospitales, dispensarios,
maternidades, escuelas, ferrocarril, y todo esto queremos también para nuestros
Ayllus. Queremos… hombres que nos quieran y lleven y los enseñen los adelantos
de la civilización… Se nos ha dicho que en un futuro no lejano el Altiplano
tiene que proveer de maquinarias a los hermanos de los valles y los trópicos,
que ellos nos proveerán de cauchu [sic], petróleo, quinina, alimentos, y
nosotros queremos cooperar con ellos al engrandecimiento de la Patria,
aprendiendo e instalando en nuestras comarcas grandes hornos de calcinación. Necesitamos
aprender y construir nuestros vehículos, motores y aviones que impulsen el
progreso de Bolivia…. Ahora como nunca hemos compren dido que nosotros los
'indios' estamos ya conceptuados en el plano de verdaderos hijos de la Patria, que nos prestará ayuda y protección….
Confiados estamos pues, los indios de Bolivia, en que si ahora nos ha dedicado
su atención nuestro Gobierno, nos tenderá constantemente su brazo protector y
nos conducirá por el sendero de la civilización y el progreso, para que la vivo
[sic] estímulo de su palabra nos irgamos [sic] fuertes y poderosos cual lo
fuimos en tiempos pasados[19]”.
En esta cita, los delegados se
auto-presentan como actores nacionales, trabajando para el “engrandecimiento de
la Patria” e impulsando “el progreso de
Bolivia”, articularon con claridad sus deseos por el progreso y la
modernización, pidiendo que se instalaran fábricas en sus ayllus. Las palabras
(“ahora como nunca”) indican que el Congreso fue un evento clave en la
formación de sus ideas y que la experiencia de viajar a La Paz cambió sus expectativas
y deseos.
De manera similar a Chipana
Ramos, estos delegados formularon su discurso en el lenguaje de paternalismo,
refiriéndose al “brazo protector” y al papel tutelar del gobierno. Sin embargo,
no hicieron sus demandas en el lenguaje de limosna, sino como derechos de los “verdaderos
hijos de la Patria” a compartir los beneficios del progreso y recuperar la
gloria de sus antepasados. La repetición del tenso futuro y de la palabra
“confiados” atrapó al gobierno en su propio discurso, planteando un contrato sobre
la inclusión del indígena en el Estado. Al invocar un pasado indígena fuerte y
poderoso, postularon una intervención del gobierno que traería un futuro en el
cual los indígenas se erguirían de nuevo, siendo actores importantes de la
nación boliviana; pidieron la enseñanza para que ellos mismos pudieran lograr
el progreso construyendo las maquinas de la modernización. En realidad, a
través del uso estratégico del lenguaje de paternalismo y gratitud, esos
delegados de Ladislao Cabrera hicieron demandas radicales.
Conclusión
En muchos sentidos el Congreso
fue un evento disciplinario. El papel protector de un Estado que promete la tutela para “pueblos indígenas
todavía no preparados” nos recuerda “la sala de espera de la historia,”
postulado por el historiador Dipesh Chakrabarty, en la cual las clases
dominantes dicen “todavía no” a los sujetos colonizados y poscoloniales, aconsejándoles
a ser pacientes y esperar los beneficios de la modernidad[20].
El Congreso Indigenal prometió mucho a los delegados: afirmó que la tutela del
gobierno modernizaría eventualmente a los indígenas en una manera que diera
beneficios a la nación. Pero su mensaje principal era: “todavía no”.
Sin embargo, este artículo
demuestra que la idea del “progreso”, especialmente la identificada con los
servicios sanitarios y nuevas técnicas agrícolas, tuvo resonancia, por lo menos
en algunos delegados, quienes entendieron los lenguajes de paternalismo y
modernización y se los apropiaron para formular sus reclamos, pidiendo ayuda
educacional y material, pensando que esto podría mejorar sus vidas. Al ver
juntos los pedidos indígenas para la modernización de la vida en el agro y la
insistencia de la prensa en calificar la “autenticidad indígena” a través de la
adhesión a las “tradiciones” de idioma, ropa y trabajo agrícola, se observa el
peligro de reducir a los indígenas a una falsa dicotomía de asimilación y
tradición. A veces privilegiar lo “tradicional” puede ser disciplinario y los
reclamos para el “progreso” pueden ser liberadores.
Fuentes: Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional. La Paz, Año 9. Volumen 4. Febrero de 2010. No. 6, p.8.
.
.
[1] Ver “Indígenas
podrán transitar libremente por calle y plaza de nuestra ciudad.” El Diario,
30/10/1944.
[2] Jorge
Dandler y Juan Torrico A. “El Congreso Nacional Indígena de 1945 y la rebelión
de Ayopaya
(1947).” Bolivia: La fuerza histórica del campesinado.
(La Paz: CERES, 1984), 133-200; Laura Gotkowitz.
“Revisiting the Rural Roots of the Revolution.” Proclaiming
Revolution: Bolivia in Comparative Perspective.
(Cambridge: Harvard University Press, 2003): 164-182; Pilar Mendieta Parada.
“La visión
del otro: el Congreso Indigenal de 1945 en la ciudad de
La Paz.” Historias... (1999): 95-116.
[3] “En el
‘Luna Park’ actuará el Congreso Indigenal,” La Calle, 6/5/1945, 5.
[4] “El
Ministro de Educación ha convocado a un Congreso Indigenal para el mes de
febrero,” El Diario, 18/12/1944, 4.
[5] . JCP,
“Solemnemente se inaugura el Congreso Indigenal,” Ultima Hora, 10/5/1945, 5.
[6] “Aspectos
primordiales del Congreso de Indios,” Ultima Hora, 16/5/1945, 5.
[7] “Callejón
Oscuro,” La Calle, 11/5/1945, 1.
[8] “Ayer
inauguró sus labores el Primer Congreso Nl. Indigenal,” La Razón, 11/5/1945, 4.
[9] Ver:
“Notas gráficas del Congreso Indigenal,” El Diario, 12/5/1945, 10; “Aspectos
primordiales del Congreso de Indios,” Ultima Hora, 16/5/1945, 5.
[10] J.C.P.
“Las masas indígenas viven momentos de intensa expectativa en el Congreso,”
Ultima Hora,
12/5/1945, 4.
[11] “El
congreso indígena aplasta a gestores de la restauración.” La Calle, 12/5/1945,
4.
[12] “Delegados
indígenas de Colcha K y Llica visitaron ayer LA CALLE,” La Calle, 10/5/1945, 4.
[13] “Ayer
inauguró sus labores el Primer Congreso Nºl. Indigenal,” La Razón, 11/5/1945,
4.
[14] “El
aymara,” La Razón, 11/5/1945, 5.
[15] “Con la
concurrencia de 1,200 delegados se inauguró el Congreso Indigenal Boliviano,”
El Diario,
11/5/1945, 4.
[16] “Con
grandiosa sencillez se inauguró ayer el Primer Congreso de Indígenas,” La
Calle, 11/5/1945, 5.
[17] Ibid.
[18] “Fue
clausurado el Primer Congreso Indigenal Nacional.” La Razón, 16/5/1945, 8.
[19] Barrientos,
Z.E. “Ladislao Cabrera ante el Congreso Indigenal.” El Diario, 18/5/1945, 5.
[20] Dipesh
Chakrabarty, Provincializing Europe: Postcolonial Thought and Historical
Difference (Princeton:
Princeton University Press, 2000), 8.
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