¡NO SON MASISTAS, SON ALTEÑOS CARAJO!
Iván
Apaza-Calle
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Escribo
para los que se han mantenido en el silencio y para aquellos que estamos en las
calles, para esa juventud aymara que muchas veces hemos observado y escuchado
sin decir nada, guardando una impotencia de hacer algo frente a la situación
política, frente a esa pugna de la vieja derecha e izquierda representada por
los partidos políticos como el Movimiento Al Socialismo y Comunidad Ciudadana.
Las
naciones autóctonas o como se nos nombra, “los pueblos indígenas”, hemos sufrido
más de una década el desgaste, la instrumentalización de nuestros elementos-culturales-en-potencia por
parte del gobierno del MAS; por un momento creímos que era nuestro gobierno,
porque había un rostro moreno dirigiendo el país, una persona similar a nosotros.
¡Esto se acabó!, terminó cuando el mismo gobierno empezó a masacrar a la gente
que luchó y le defendió en momentos cruciales.
La
ciudad de El Alto tiene una memoria histórica, está asentada geográficamente en
los campos de batalla, precisamente en el campamento de Tupak Katari y
Bartolina Sisa. Están ahí los mismos descendientes de esa generación valerosa
que moría matando en 1781, y sí, en el 2003 también fue campo de batalla, cuya
lucha fue victoriosa para sacar a un extranjero que hacía de político.
Ayer,
después de la renuncia del presidente “indígena, a quien mucha gente le
guardaba esperanzas, y que en ese preciso momento de saber su renuncia, esa
gente morena y humilde, tenía el rostro de derrota, de lágrimas e impotencia.
11
de noviembre. Las cosas no han cambiado, no mucho; los alteños gritan: “El Alto
de pie nunca de rodillas”. Hasta ayer nos miramos si hacer esto o aquello. No
sabíamos si apoyar a Evo Morales y lo que había hecho en su gobierno o lo que representaba
él, tampoco sabíamos si apoyar la lucha del otro bando dirigida por líderes
racistas y masacradores, y que se vanaglorian de democráticos y antirracistas,
pero que, en sus actos queman el símbolo flamígero de la lucha anticolonial: la
Wiphala, que patean a mujeres de pollera, que escupen su odio discriminador en
las calles. Victimismo nada de eso, eso es lo que se ve. Es simple.
Hasta
ayer El Alto se encontraba entre la espada y la pared. ¿Cómo apoyar a un “dictador”?
¿Cómo apoyar a los representantes que siembran pateaduras, escupitajos y que
queman wiphalas? ¿Cómo apoyar y sumarse a cualquiera de estos bandos si no
reflejan lo que en verdad sentimos y pensamos los alteños? Y, como siempre ha
pasado en la historia, los momentos más difíciles muestran quién es quién y que
la sangre llama a la sangre.
Sin
embargo, de algo tenemos que estar seguros: ha empezado una afrenta de los
herederos de la casta republicana que no acepta la diversidad cultural y social;
esa injuria empezó hace siglos atrás y que los últimos días se ha develado
nuevamente hacía los aymaras, quechuas y otras naciones. Se nos confunde de
masistas, de vándalos, de maleantes, de granujas que siembran el caos. Se nos
acusa de ser parte de hordas saqueadoras, ¿con qué fundamento? Su único
fundamento es deslegitimar con una palabra: ¡masista! ¿Y qué de nuestro rechazo
a las acciones que acometen? No dicen nada, ni una palabra.
La
quema de nuestro símbolo flamígero y la equivocada acusación de que la Wiphala
es del MAS, ha levantado el espíritu de lucha del alteño y como siempre nos
encontramos solos, como el 2003, con una policía que se ha “vendido” y que
ahora defiende a un sector social y que nos tira balas y gases lacrimógenos, a
jóvenes, a niñas inocentes, sí, a niñas que solo observan o acompañan a su
madre. ¿A qué patria defienden esos gendarmes?
Escuchen.
No es el masista el que bloquea, no es el masista el que se enfurece por la
quema de su símbolo, por la ofensa racista, por la indiferencia, por la
hipocresía, por el paternalismo, no, no y mil veces no. Entiendan no es el
masista el que está en las calles, es toda una sociedad, es toda una ciudad de
migrantes dentro de su territorio aymara la que se moviliza. Es la ciudad
aymara. Son los veteranos del 2003, son los huérfanos que han perdido a sus
padres por la balacera propiciada en el gobierno de quien ahora propugna la
democracia. No es el masista señores, es el alteño el que está luchando. Es el
aymara.
El Alto, noviembre de 2019
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