Fausto Reinaga, Franz Tamayo, y el nacionalismo reinaguista

     

Kim Young-Hyun Inti

Escuchar artículo:


En 1957, Fausto Reinaga publicó Franz Tamayo y la revolución boliviana, criticando a Franz Tamayo, un pedagogo, poeta y político boliviano a principios y mediados del siglo XX. Un hijo de Issac Tamayo y una mujer quechua, Franz Tamayo, en 1910, publicó Creación de la pedagogía nacional, una recopilación de sus ensayos, los que escribió para El Diario. El libro aboga por una nueva pedagogía que se basa en “nuestras costumbres…nuestras naturales tendencias…y nuestras condiciones físicas y morales.” Tamayo criticaba la dominante tendencia pedagógica que imitaba los modelos educativos europeos, y subrayaba la centralidad del indio a “nuestro carácter nacional” que tenía “una enorme concentración de energías interiores” de una raza india “perfectamente adaptada a los planos andinos.” Los cuatro siglos de la explotación por parte de los españoles, los criollos y los mestizos, según Tamayo, les habían privado a los indios del poder para producir innovaciones culturales y comprender fenómenos complicados, pero la raza india había resistido con persistencia aquella explotación y había sobrevivido como un pueblo que conformaba “el fondo principal de nuestra nacionalidad.” Tamayo argumentaba que la pedagogía nacional debería “despertar la voluntad adormecida y la energía latente” de los indios, y así revitalizar su potencial cultural e intelectual.[1]

            Tamayo era un indigenista con influencia en el ámbito de la teorización de varios proyectos de educación indigenal en Bolivia los que querían incorporar unos elementos selectos, supuestamente valorables de la cultura indígena, a la sociedad nacional. Franz Tamayo y la revolución boliviana analiza la pedagogía, la filosofía y los poemas de Tamayo, y las relaciones de él con los indios, los militares y los obreros. Reinaga destaca que la pedagogía de Tamayo “penetra históricamente…la conciencia india” y “está destinada a ser, mañana más que hoy, bandera de la revolución india en Indoamérica, y especialmente en Bolivia.”[2] Reinaga fue optimista acerca de la capacidad de los indios de materializar su potencial cultural como expuesto en Creación de la pedagogía nacional, y esperó que ellos desarrollaran una conciencia nacionalista basada en la pedagogía de Tamayo. Sin embargo, Reinaga fue crítico con respecto a las contradicciones entre la valorización indigenista del indio por parte de Tamayo por un lado y sus lazos personales y políticos con el gamonalismo y la Rosca por el otro. A pesar de su pedagogía revolucionaria que críticamente iluminaba la centralidad y el potencial de los indios para Bolivia, las vidas reales de Tamayo jamás correspondían con los ideales que sus letras expresaban. Tamayo él mismo era un hacendado y posesionaba pongos. Inicialmente elogió a Gualberto Villarroel como un “sabio presidente” pero, cuando el presidente fue matado y los aliados de la Rosca tomaron el poder en 1946, Tamayo se alineó con ellos. Reinaga criticó con dureza la relación de Tamayo con la Rosca, y su traición a Villarroel y la Revolución Nacional representada por el presidente colgado.[3] Aunque Tamayo se proponía liberar a los indios, “tenía los pies en el lodo de la explotación feudal”:

El conductor de las juventudes, el ideólogo, el maestro que había en Tamayo se desvaneció. Dejando el cayado del idealista a la vera del camino, se envolvió en la bandera de un partido político, cuyos jefes y militantes eran como él dueños de fincas y pongos. La Pedagogía que fue una arremetida contra el régimen feudal de la sociedad, quedó con la filiación y lucha política de su autor como obra de nadie, flotando en el polvo de anémicas bibliotecas particulares.[4]

            A pesar de la relación autocontradictoria de Tamayo con la Rosca y los indios, Reinaga reconocía Creación de la pedagogía nacional como “el grito de una raza oprimida,” una voz dolorosa de “las nacionalidades indias sometidas” y un fundamento de “una gran rebelión de la sangre india.” Tamayo, según Reinaga, entendía una realidad nacional de la injusticia contra indios pero no aplicaba sus principios intelectuales a su propia vida en contraste con los indigenistas como José Carlos Mariátegui que dedicaban sus vidas a “la liberación del indio” a través de la conquista revolucionaria del poder.[5] Tamayo, a los ojos de Reinaga, era un indigenista burgués-gamonal que concebía “el problema del indio” sólo en términos de cultura y justicia moral sin comprender cómo este problema era vinculado estructuralmente a relaciones coloniales del poder y cómo estas relaciones deberían ser desmanteladas. Tamayo “no alcanza a proponer un remedio justo para curar la llaga” causada a los indios por el colonialismo.[6] Reinaga creía que los indios deberían comprender la realidad más allá de las críticas indigenistas burguesas que Creación de la pedagogía nacional articulaba. Sin una conciencia del poder indio, la pedagogía nacional de Tamayo era no más que “una mordaz crítica positivista” que “no alcanza a ser una crítica revolucionaria” y un programa para “la liberación del indio.”[7] Bolivia sería “una nación real y verdadera” sólo “cuando alcance el poder político” el indio para determinar su destino como un pueblo:

Si la energía fluye, sale del indio, y si la energía es la vida, la causa de la vida en Bolivia es el indio… ¿Que “todo miente en Bolivia”? Sí, menos el indio. La verdad es la causa del indio. La verdad es la revolución india.[8]

Aquí Reinaga expresa un nacionalismo indio-boliviano que considere al indio como la fuerza superior de la emancipación nacional. Esto etnonacionalismo, que centra a un grupo étnico, negaba el nacionalismo del MNR que subrayaba la homogeneidad mestiza de campesinos, obreros, artesanos, comerciantes y otros grupos urbanos bajo la misma bandera de la nación boliviana. Lo que hizo revolucionaria la revolución nacional desde el punto de vista de Reinaga era el papel central que desempeñaron los campesinos y mineros indios en derrotar a los gamonales y la Rosca. La revolución nacional pudo ser una revolución porque los indios hicieron su propia revolución junto con Germán Busch, Villarroel, el MNR y otros actores en el plano nacional.

            La creencia de Reinaga en la posibilidad de la emancipación india vía la revolución nacional había disminuido para finales de los años 1950. Las palabras de él sobre intelectuales bolivianos evidenciaron que estaba perdiendo su fe en una Bolivia donde los indios para siempre permanecían en la parte inferior de la jerarquía social bajo un Estado supuestamente revolucionario. Comentando sobre la relación contradictoria de Tamayo con los indios, Reinaga pregunta, “¿Qué hace el indio por el Estado? Todo. ¿Qué hace el Estado por el indio? Nada”[9] Son las preguntas que Tamayo hace al comienzo del Capítulo XVII de Creación de pedagogía nacional.[10] La “complicidad” de intelectuales bolivianos con el Estado colonial era un tema principal de los trabajos indianistas de Reinaga en la década de 1960.[11] En uno de estos trabajos, El indio y los escritores de América (1969), Reinaga presenta a Tamayo como el escritor representativo de Bolivia junto con otros intelectuales latinoamericanos como Domingo Faustino Sarmiento, Manuel González Prada, Luis Eduardo Valcárcel, José Carlos Mariátegui, Jorge Icaza y José Vasconcelos. En otro trabajo suyo, La intelligentsia del Cholaje Boliviano (1967), Reinaga hace comentarios positivos sobre “[e]l pensamiento indio” de Tamayo que “cayó sobre el cholaje ofidio como una tempestad en Los Andes,” aludiendo al libro de Valcárcel.[12] En El indio y los escritores de América, el tono del discurso de Reinaga cambia, identificando a Tamayo con “un polichinela helenoide que riega sus latifundios con la sangre y las lágrimas de sus ‘hermanos de raza’, los indios-esclavos.” Tamayo es “un estupendo mercachifle” y “un payaso” de falsa pedagogía emancipadora, cuya “mala fe” había sido “descubiert[a] y puest[a] en evidencia” por los indios que luchaban “por su propia liberación.”[13]

            Reinaga diferenciaba entre “los dos Tamayos” que se contradecían constantemente. Creación de la pedagogía nacional fue un producto del Tamayo indio, un letrado crítico, quien recordaba sus raíces raciales derivadas de su madre quechua. El otro Tamayo, el gamonal, fue el “enemigo número uno de” Bolivia el que era el “hacedor más responsable de la tragedia” del país, y el “esclavista más desalmado del indio.” Tamayo no era “un ser íntegro y pleno” pero constaba de sangres y culturas indias y blancas las que se trenzaron “como dos víboras.” Era “ni indio ni blanco” sino un mestizo con “conciencia desgarrada,” quien era aquejado del complejo de inferioridad con relación a los intelectuales europeos “auténticamente” blancos y quien pretendía limpiarse de la sangre india, el estigma de la raza inferior.[14] Encarnaba las “dos Bolivias” – india y mestiza europeizada – que resultaron de “la yuxtaposición de la nación mestiza sobre la nación india.”[15] Reinaga creía que esta yuxtaposición conduciría inevitablemente a la opresión blanco-mestiza de la Bolivia india. La persistencia de los oprimidos como una raza y nación había producido una Bolivia donde la lucha nacional y racial de los indios contra la opresión blanco-mestiza fuera permanente. El Estado boliviano “exist[ía]…sólo en las formas más odiosas y más duras” a los ojos de los indios porque era un órgano mestizo de dominación el que había arbitrariamente “asum[ido] la autoridad de las dos [B]olivias.” Desde las perspectivas de Reinaga, intelectuales mestizos como Tamayo personificaba esta contradicción de la Bolivia mestiza que quería “aplastar y ahogar” su parte india a causa de su deseo de blanquear su cuerpo y cultura.[16]

            Según Reinaga, una revolución nacional, que negara la esencia india de la nación boliviana, “ha sido una sífilis, una lepra para Bolivia” con “los famosos ‘dirigentes campesinos’” afines al MNR, quienes fueron “como ratas de albañal para roer la economía y la fuerza del indio.”[17] Creía que los intelectuales mestizos como Tamayo eran como esas “ratas de albañal” que corroyeron la integridad de la raza india. Reinaga elogió Creación de la pedagogía nacional como una revelación de la conciencia india en la década de 1950, mientras que al mismo tiempo pretendió “limpiar[se] de…todo aquello que había
sido…limo imperialista y feudal” del “Tamayo gamonal.” En el prólogo de Franz Tamayo y la revolución boliviana, Reinaga declara, “Mi Tamayo moría y revivía, para volver a morir y revivir en toda mi alma y carne.”[18] Aunque el Tamayo indio permanecía como una semilla de la conciencia para la revolución india, casi murió como una fuerza política bajo el yugo de su equivalente gamonal. ¿Qúe se debería hacer? La respuesta de Reinaga fue una Revolución India que debiera “salvar a Bolivia; a la Bolivia sanguínea y espiritual; a la Bolivia eterna; a la Bolivia india”; la Bolivia del indio que había sobrevivido y se había reactivado después de ser estigmatizada, negada y abandonada por mestizos blanqueados.[19]

Dos Bolivias, la Revolución India y Utopianismo
            El indianismo de Reinaga consideraba al indio como una Bolivia “auténtica” que era diferente de la Bolivia colonial gobernada por blancos y mestizos, quienes fingieron que eran “civilizados” pero esencialmente “lacayos viles” de Europa.[20] No creía que las dos Bolivias se pudieran unir en una nación con paz porque concebía la relación entre ellas como inherentemente antagónica una a la otra, y de ahí la liberación del indio materializada por “la violencia organizada, para arrojar de nuestra tierra a nuestro opresor.”[21] Ya que era un ávido lector de Frantz Fanon, Reinaga sostenía que la “liberación” de “las masas colonizadas…se podría lograr sólo por la fuerza.”[22] H.C.F. Mansilla sugiere que la insurgencia anticolonial, propuesta por Reinaga, sea una forma de “la violencia revolucionaria y utópica” teorizada por Walter Benjamin. La Revolución India provendría de “la violencia pura y autorreferencial” que es “un fin en sí mismo.”[23] Mansilla argumenta que el binario indio/blanco-mestizo (o indio/cholaje-blancoide) expresa “una visión rudimentaria” que divida el mundo moralmente entre dos polos opuestos: “lo propio/lo ajeno; amigos/enemigos; la verdad/la mentira.” Este marco conceptual maniqueo construye “dos corrientes opuestas-que pueden ser movimientos políticos o tendencias de pensamiento –, con exclusión de otras alternativas” que existan en el mundo pluralista de la democracia moderna. El indianismo y otras teorías de la descolonización, según Mansilla, son “doctrinas autoritarias,” cuya mirada idealizante al pasado preconquista implica un anhelo conservador de regresar a la Época de Oro imaginada supuestamente no tocada por la influencia occidental.[24]

            Desde el punto de vista de Reinaga, la violencia anticolonial era un medio de la política de autoemancipación del pueblo en contraposición a la democracia representativa consagrada por el liberalismo. Esa democracia, según Reinaga, negó a los indios, hizo promesas vacías de la libertad al pueblo y resultó ser una “pura imitación, imitación simiesca” de Europa que había colonizado al denominado “Tercer Mundo.”[25] La verdadera democracia en la visión de Reinaga era para despertar una conciencia del poder indio que drásticamente reestructuraría las relaciones del poder entre la Bolivia india y la Bolivia blanco-mestiza. El derecho de los indios al voto significaba nada emancipador siempre que los indios permanecieran subordinados a los blancos-mestizos que los habían instrumentalizado como “pongos políticos” a través del clientelismo y paternalismo hipócrita. Los indios deberían “us[ar] nuestro voto para nuestros propios fines. El voto indio debe ser para el indio” que tendría que tomar el poder para gobernarse.[26] La democracia aquí significaba “una lucha militante contra la opresión colonial” perpetuada por la Bolivia blanco-mestiza.[27] Reinaga declaraba que, por esta lucha, “no escatimaremos ningún sacrificio ni el de nuestra propia vida.”[28] Este aspecto beligerante y pugnaz de su discurso, combinado con su tono fuertemente racialista, ha provocado reproches de muchos intelectuales bolivianos que lo denuncian como extremista, fundamentalista, racista invertido y un promotor de la utopía irracional.[29] Reinaga decía para responder a aquellas críticas, “el racismo indio no es el racismo blanco…Mientras los blancos imponen la esclavitud, el indio lucha por la libertad.”[30] El racialismo de Reinaga era como el “trabajo de los colonizados,” teorizado por Fanon, “para imaginar todo método posible para aniquilar el colonizador.” Su “teoría del ‘mal absoluto del colonizador’ era en respuesta a” la noción colonial sobre la inferioridad absoluta de los indios colonizados. La insurgencia anticolonial india en este contexto era una “praxis violenta” de la política racial que se actualizó “en reacción a la violencia primaria del colonizador.”[31]

            Los indianistas idealizaban la cultura india a propósito, la cual fue supuestamente arraigada en el pasado preconquista, para definir quienes eran las víctimas de la violencia colonial, quienes las victimizaban y lo que ellas deberían hacer para eliminar a los victimarios. La idealización del pasado preconquista aquí no fue simplemente un sueño utópico de regresar a un pasado arcaico. Como argumenta Alberto Flores Galindo en cuanto a varios proyectos políticos de reivindicación indígena en Perú, el Inka y otros símbolos del pasado preconquista en los Andes adquirieron significados positivos como una visión colectiva para los pueblos colonizados que querían hacer su desafío al colonialismo español. Taqui Unquy, y las rebeliones encabezadas por Juan Santos Atahualpa y José Gabriel Túpaq Amaru actualizaron la visión de “utopía andina” que ha continuado influyendo los debates peruanos sobre identidad nacional y revolución tras la fundación de la república en 1821. Las utopías andinas se han articulado por los intelectuales, militantes, rebeldes y revolucionarios quienes convierten el utopianismo en un principio rector de las masas vilipendiadas para hacer frente a corrupción, la división socio-étnica racista colonial y desigualdades socioeconómicas.[32] Como dice Nancy Postero, la utopía concebida en tales circunstancias puede ser “una visión política construida con conciencia hacia el futuro” la que se materialice por las “capacidades culturales” del pueblo para crear significados y proyectos políticos a partir de sus historias.[33] Reinaga afirmaba que su ideología reveló “una verdad de fuego”: los indios son “[u]na gran raza…una gran cultura, cultura milenaria; un gran pueblo, una gran Nación.”[34] La cultura india, investida de los significados derivados de las raíces históricas preconquistas, es una construcción política que les dé a los indios una identidad como un pueblo y una nación con historia y que adquiera significados por política rebelde contra el sistema racializado de opresión.

            Como comenta José Antonio Lucero, “el vínculo entre la resistencia política” y la identidad india era un componente crucial del proyecto revolucionario de Reinaga.[35] Esta identidad, impuesta por los colonizadores españoles, significaba un estado conquistado y racializado del indio después de la colonización europea. “Colón nos llamó indios…por [su] ignorancia…pero…con ese nombre hemos vivido cuatro siglos.”[36] La categoría “indio” invocaba la memoria colectiva de la violencia colonial ejercida por los colonizadores europeos y sus descendientes. “La experiencia de cuatro siglos” de la esclavitud y victimización “ha demostrado que el indio es una sola Nación” compartiendo la historia de sufrimiento como un sujeto racializado en relación con europeos y blancos, y de la resistencia anticolonial emprendida bajo la bandera de autoemancipación. Blancos-mestizos catalogaron a los indios como “indígenas” o “campesinos” para “borrar de la memoria del indio,” la nación que constaba de la historia de opresión colonial y la lucha nacional contra aquella opresión.[37]

            Reinaga argumentaba que “la Nación india debe desplazar a la Nación chola” blanqueada y blanqueadora, y que “el Estado indio debe sustituir al Estado boliviano blanco-mestizo.” Negaba que la Revolución India quería “la muerte del cholaje; lo que ardientemente quieren los indios es: que el cholaje entienda la razón de la libertad del indio.”[38] Al parecer, concebía un Estado-Nación indio que se basara en la cultura ancestral de Qullasuyu, y que subsumiera a los blancos-mestizos bajo la Bolivia india. La Revolución India “hará de ambas naciones una sola nación,” las dos Bolivias que se deberían unir como una Bolivia india.[39] Esta unificación, según Fabiola Escárzaga, significaba “asimilación del blanco-mestizo al indio” la que liberaría al primer de la falsa nación boliviana imaginada como europea y/o europeizada.[40] Reinaga así reformuló el proyecto nacionalista de la construcción de Estado-Nación que se basaba en la noción de homogeneidad cultural de diferentes grupos en la nación. Si Reinaga, en las décadas de 1940-1950, creyó en la homogeneidad de los nacionales bolivianos la que era definida en términos de la lucha nacional contra la oligarquía antinacional, su indianismo cambió el sujeto de esta lucha, ahora redefinida como una revolución racial que destacara las cosas en común de las masas indias como oprimidas por la minoría blanco-mestiza. No aceptaba la idea de que diversas naciones indias, con sus propias historias e identidades, pudieran coexistir como “minorías étnicas.” Desde su punto de vista, aquella idea promovía la tribalización de los indios en pequeños grupos como “ aymaras, keswas, chiquitos, moxos, y chirguanos” la que era parte de la estrategia de dividir y reinar por parte de la Bolivia blanco-mestiza.[41] Si bien Reianga tras 1960 criticaba con dureza a los nacionalistas revolucionarios del MNR por imponer una homogeneidad mestiza ficcional de campesinos y obreros bolivianos, no fue inmune a la misma tendencia homogeneizadora, lo que tenía que ver con su creencia ferviente en la autenticidad de la identidad india. Creía que esa identidad no tenía que imponerse porque, desde su punto de vista, ella ya había existido desde tiempo inmemorial y que los indios sólo se deberían despertar para restaurar sus raíces raciales comunes.   





[1] Franz Tamayo, Creación de la pedagogía nacional (Editorial América S.R.L. 1994 [1910]), 20, 118-119, 123, 142.
[2] Fausto Reinaga, Franz Tamayo y la revolución boliviana (originalmente publicado en 1957) en Fausto Reinaga. Obras completes. Tomo I. Volumen II (Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, 2014).
[3] Ibid, 188-193.
[4] Ibid, 209.
[5] Ibid, 248.
[6] Ibid, 248.
[7] Ibid, 248.
[8] Ibid, 258-259.
[9] Ibid, 255.
[10] Tamayo, Creación de la pedagogía nacional, 45.
[11] Fausto Reinaga, El Indio y el Cholaje Boliviano. Proceso a Fernando Diez de Medina (Ediciones Partido de Indios Aymaras y Keswas del Kollasuyu, 1964); La intelligentsia del Cholaje Boliviano (originalmente publicado en 1967) en Fausto Reinaga. Obras compeltas. Tomo II. Vol. IV (Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, 2014); El indio y los escritores de América (Ediciones Partido Indio de Bolivia, 1969).
[12] Reinaga, La intelligentsia del Cholaje Boliviano, 278.
[14] Ibid, 140-141.
[15] Fausto Reinaga, La Revolución India (Ediciones Fundación Amaútica “Fausto Reinaga,” 2001 [1970]), 169.
[16] Reinaga, Franz Tamayo y la revolución boliviana, 256; El indio y los escritores de América, 140-141; Tesis India (originalmente publicado en 1971) en Fausto Reinaga. Obras completas. Tomo II. Volumen V (Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, 2014), 435.
[17] Reinaga, El Indio y el Cholaje Boliviano, 140.
[18] Reinaga, Franz Tamayo y la revolución boliviana, 129.
[19] Reinaga, La Revolución India, 373.
[20] Ibid, 35.
[21] Ibid, 86.
[22] Frantz Fanon, The Wretched of the Earth trad. Richard Philcox (Grove Press, 2004 [1963] [1961]), 33.
[23] Walter Benjamin, Selected Writings. Volume I. 1913-1926 ed. Marcus Bullock and Michael W. Jennings (The Belknap Press of Harvard University Press, 1996), 249-252; H. C. F. Mansilla, Una mirada crítica sobre el indianismo y la descolonización. El potencial conservador bajo el manto revolucionario (Rincón Ediciones, 2014), 202.
[24] Ibid, 193, 196-197.
[25] Reinaga, La Revolución India, 183.
[26] Ibid, 342.
[27] Younghyun Kim, “Popular Politics of Social Emancipation in Bolivia from the 1930s to the Present: Indigeneity, Revolution and State,” (PhD tesis, The University of California San Diego, 2018), 134.
[28] “El Acta de la Fundación del Partido de Indios Aymaras Keswas” incluida en Reinaga, La Revolución India, 482-483.
[29] Mansilla, Una mirada crítica sobre el indianismo y la descolonización; Juan Manuel Poma Laura, Fausto Reynaga. O la frustración del programa indio (Textos marxistas, 2011).
[30] Reinaga, La Revolución India, 125.
[31] Fanon, The Wretched of the Earth, 50.
[33] Nancy Postero, “Andean Utopias in Evo Morales’s Bolivia,” Latin American and Caribbean Ethnic Studies 2, 1 (2007): 21.
[34] Reinaga, La Revolución India, 46, 54.
[35] José Antonio Lucero, “Fanon in the Andes: Fausto Reinaga, Indianismo, and the Black Atlantic,” International Journal of Critical Indigenous Studies 1, 1 (2008): 17.
[36] Reinaga, La Revolución India, 143.
[37] Ibid, 117, 137.
[38] Ibid, 125, 304.
[39] Ibid, 169.
[40] Fabiola Escárzaga, “Comunidad indígena y revolución en Bolivia: el pensamiento indianista-katarista de Fausto Reinaga y Felipe Quispe,” Política y Cultura 37 (2012): 195.
[41] Lucero, “Fanon in the Andes,” 18; Reinaga, La Revolución India, 169.

Publicar un comentario

1 Comentarios

  1. Muy ilustrativo para comprender las raíces 8ndigenistas en la educación boliviana expresadas por Fran Tamayo sen la creación de la nueva pedagogía nacional y la corriente reinaguista al respecto.

    ResponderEliminar