¿POR QUÉ BOLIVIA NO DEBE VOTAR POR EL NEOLIBERALISMO?
Carlos Rios Aruquipa
A lo largo de su historia el país
ha sufrido muchos traumas. Desde su historia colonial, pasando por su legado
republicano, hasta la llegada del Estado Plurinacional se pueden enumerar los
daños al ser nacional. Está, por
ejemplo, el trauma del saqueo de los recursos naturales por parte de sus
propios hijos así como de foráneos; el trauma del racismo que, hasta el día de hoy, no deja alcanzar una
plenitud en cuanto a cohesión social para forjar total sentimiento nacional; o
el trauma de la cercenación territorial que se transforma en obstáculo físico
para acelerar el progreso. Así, en
palabras de Bruno Boccara, se tiene la
“Bolivia en la mente” como una nación saqueada, impedida y afectada: un
país inhabilitado para su pleno desarrollo.
Existe en la historia reciente de
este territorio una lesión que al día de hoy todavía persiste, que se acopla a
los ya mencionados, el trauma del
neoliberalismo. Una herida que está impregnada en generaciones que vienen desde
antes de la Revolución del 52 (pues en el momento que se implementó éstas eran
el grueso del mercado laboral) hasta las generaciones de los años 2000 (que
escucharon, leyeron o se impregnaron de historias de esas gestiones en las que
estuvo en su pleno apogeo). Es un trauma
tan grave que ni los políticos que la implementaron (y que aún creen en él) ni
los que lo pusieron en marcha, y que hoy son candidatos a los primeros cargos
del Estado, se atreven a decirlo en sus discursos y propuestas; pues saben que
revivirían a viejos demonios que de seguro no les dejarían acceder nuevamente a
palacio de gobierno. Es el trauma último de una vasta lista que Bolivia ha ido
formando a lo largo de su devenir, pero que encierra aspectos todavía poco
aclarados y entendidos por quienes lo sufrieron, sufren o sufrirán (pues el
modelo no ha perecido del todo).
En la actualidad su uso es muy
laxo y hasta inexacto porque se lo emplea como adjetivo (des)calificativo, con
intención de insulto para desacreditar ya sea una política, una decisión
económica o al rival político de turno. Para comprenderlo hay que empezar por
clarificar sus bases y/o sus principios; aquellos que direccionan su desenvolvimiento.
En lo técnico/científico se cimenta en las
concepciones del mercado, la eficiencia y la de equilibrio-agregación. Ya como
temas ideológicos concretos ataca a la política monetaria, la actividad pública
y la operatividad del mercado. Y en el plano de lo axiológico se ocupa del
individualismo y el egoísmo contra el bien común. Con todo lo cual, se entiende
que el neoliberalismo es un conjunto de ideas acerca de la economía, la
sociedad, el derecho, la política cuyo propósito es frenar o contrarrestar el
colectivismo (estatismo, socialismo, comunismo, etc…). Y como dice Fernando
Escalante Gonzalbo: “Es sin duda la ideología más exitosa de la segunda mitad
del siglo XX y de los años que van del siglo XXI”.
EL MERCADO NUESTRO DE CADA DÍA
Su denominativo no es porque sea
un nuevo-liberalismo diferente del que surgió con la ilustración en el siglo
XVIII, sino que es una crítica a éste; principalmente en la concepción del
mercado. A diferencia de su antecesor, el neoliberalismo (y sus teóricos) tiene(n) la
convicción de un mercado creado, apuntalado y defendido por el Estado; teniendo
clara ruptura con la “mano invisible” de Adam Smith y el laissez-faire de Vincent de Gournay. Es decir, no basta con la inactividad del
Estado sino que hay que adecuarlo para expandir la lógica del mercado. Pero,
¿qué es el mercado para el neoliberalismo? Ludwing von Mises, uno de sus principales
adeptos, en su libro Socialismo indica
que este modelo de producción (él lo entendía netamente desde el plano
económico) era imposible porque buscaba el sistema de precios y sin precios no
se podría organizar la vida económica, porque sin aquel no se lograría saber
qué es lo que la gente desea, necesita
y/o valora para que se pueda producir: el precio es un factor que incorpora de
oficio toda esa información, y por eso sirve para orientar la economía. Es
decir, el mercado se entiende como un mecanismo para procesar la información y
no ya como un sistema de circulación de bienes y servicios (el encuentro de la
oferta y la demanda). Esta idea será reforzada en el libro Camino de servidumbre de
Friedrich Hayek, otro acérrimo teórico del bando neoliberal, quien entiende que
el sistema de precios en una economía libre permite procesar una ingente
cantidad de información, imposible de
calcular par cualquier cabeza humana. El mercado es pues aquella fuerza
impersonal que simplemente guía a la economía hacia la eficacia y eficiencia: the wisdom of the crowd (la sabiduría
inconciente de las multitudes).
El argumento de la eficiencia se
enlaza, también, con el argumento que tiene Hayek sobre los tipos de órdenes
que rigen la vida social: creados y espontáneos. Los primeros dependen de la coerción,
porque tiene que obligar a la gente a realizar determinadas cosas, a
comportarse de cierto modo y obedecer. Mientras que los órdenes espontáneos
reposan sobre normas de carácter general que permiten decisiones libres. La mejor solución, para el autor, sino la
única, es el orden espontaneo; el mercado. Puesto que no se puede realizar
ningún intercambio económico (justo) sin la libertad que ofrece este
orden. El mercado es eficiente porque con es albedrío al cual está
arraigado procesa correctamente la información, asigna los precios
correspondientes, favorece a la correcta distribución de recursos según la
demanda efectiva y mediante ese ciclo va generando más riqueza. Parafraseando a Santo Tomás en su concepción
de justicia: “da a cada uno lo que se merece”.
Otra arista del pensamiento
neoliberal es el de equilibrio que por antonomasia lleva el mercado. Éste
tiende a buscarlo en cualquier momento dado pues si ocurriese cualquier
alteración en el proceso económico su afán es retornar a aquel. Su axioma no va
más allá de los límites de la mente humana y pregona que para cada producto
habrá una determinada demanda, por lo cual, habrá un precio en el que se
encuentren oferta y demanda; un valor en el que se pongan de acuerdo el
vendedor y el comprador. En ese precio está el equilibrio; ni uno pagaría más
ni el otro aceptaría menos (pues la racionalidad indica que hay que buscar la
mayor ganancia). Nadie (y menos el Estado) debería intervenir en este proceso
porque los agentes económicos por medio de sus intereses buscan de manera libre
optimizar sus beneficios y aquello se entiende como estabilidad económica, cualquier otra cosa ya
sería perjuicio para las partes.
A la anterior explicación hay que
añadirle lo que se conoce como la macroeconomía de microfundamentos que tiene
un modelo inductivo y expande la idea de la no diferencia de los agentes
individuales y el funcionamiento general de la economía. Es decir, la forma de
pensar la economía en su conjunto, para el ala neoliberal, nace de la conducta
individual y no de los agregados que la forman.
LAS PUNTAS DE LANZA DEL NEOLIBERALISMO
Respecto a la política económica,
para el neoliberalismo ésta es inoperante. Basado en lo que se conoce como la
curva de Phillips, por el trabajo de William Phillips, que analiza la
correspondencia entre el empleo e inflación (en el Reino Unido hasta la década
de 1960) y cuya conclusión indica que cuando baja el desempleo sube la
inflación, Milton Friedman desarrolló esta idea. La noción de que era posible controlar
un factor tan determinante para la economía como lo es el desempleo a partir de
la tasa de inflación se tomó con entusiasmo en la década de los 60´s. El Estado
mediante política económica (escoger el nivel de inflación) podía mover más
menos puntos la tasa desempleo y mantener una estabilidad en la producción. La
crisis de los años 70´s demostró que aquello era erróneo, en aquel momento
aumentó la inflación sin que aquello repercutiese en el empleo; ocurrió una
estanflación (estancamiento con inflación) y el resultado fue un descrédito
general de las políticas que intentaban generar la economía. Friedman indica
que cuando ocurre una expansión monetaria transitoria los agentes económicos
aprenden a desconfiar y ajustan sus percepciones y su conducta y la economía se
estabiliza hasta llegar a su “tasa natural de desempleo” irremediablemente. La
idea es que existe una adecuada percepción económica por parte de los
agentes que está más allá de las
decisiones del gobierno y lo que el gobierno hace es irrumpir el equilibrio que
buscan los agentes económicos.
Otro punto sobre el cual ataca el
neoliberalismo es la teoría de la Elección Pública cuyo autor es James
Buchanan. La misma sigue la lógica
transversal del neoliberalismo, desprestigiar lo público, e indica que los
políticos y funcionarios son como cualquier otra persona: individuos racionales
que tratan de maximizar su utilidad y que no tiene mayor motivo para que tengan
otro propósito. Con lo cual, cualquier individuo que tenga ligazón con el Estado solo querrá sacar el mayor rédito personal
(incluso siendo honesto en sus labores) y por esto se debe desconfiar de
aquellos que promueven el interés público, el bien público o la ética del
servidor público. Pero a esto hay que añadir que quien está en el Estado solo
tiene como medio de acción la coerción, es decir, utiliza la fuerza para sacar
beneficios y tiene una ventaja sobre los otros que buscan de manera voluntaria
la obtención de ganancias en el mercado. Por lo
tanto, si no existe el interés público sino solo el interés particular hay que
desconfiar siempre del Estado y limitarlo al máximo.
El tridente se completa con la
operatividad del mercado basado en la idea que el mercado resuelve los
problemas y que el derecho y el Estado son irrelevantes. George Stigler, quien
formuló el Teorema de Coase, indica: “que en ausencia de costos de transacción
(en presencia de problemas y o disyuntivas), en situaciones de competencia
perfecta e información completa (igualdad de partes), la asignación de recursos
mediante la negociación entre partes será la más eficiente, la que más
contribuya a incrementar el bienestar social, con independencia de la
distribución original de derechos”. Es decir, cualquier costo será asumido por
quien mayores ventajas obtenga como consecuencia con independencia de los
derechos que se tenga, lo que importa es el valor no el derecho. Para esta
operatividad (asignación eficiente) es necesario proteger la competencia libre
para que el mercado pueda encontrar la solución más eficiente.
Cuando se habla de que el
noeliberalismo es un conjunto de ideas, se entiende que es también un
estandarte de cultura, es decir, de una manera de ver el mundo y de una forma
de entender la naturaleza humana. Esta naturaleza se basa en la libertad y el
egoísmo y necesita del mercado para concretarse. Eres libre cuando tienes la
posibilidad de elegir sin ningún tipo de coacción y de acuerdo a tus intereses
(egoísmo) lo que se ofrezca en el mercado; porque en él están implícitas las
necesidades y los bienes y servicios para satisfacer aquellas. Ya sea para comprar un alfiler, recibir atención médica, pasar
unas vacaciones en alguna playa o ser invitado a comer, no hay razón para que
el ser humano simplemente no quiera maximizar sus intereses en cualquier
intercambio/transacción. La conducta egoísta-maximizadora (homo oeconomicus), es la forma básica de la conducta en cualquier
circunstancia: en eso consiste la naturaleza humana.
BOLIVIA Y SU TRAUMA CON EL NEOLIBERALISMO
En general, no resulta extraño que
exista un sesgo hacia el neoliberalismo en Bolivia, después de todo fue la
síntesis de 170 años de historia del país previos a éste: exclusión social,
privilegios de casta, saqueo de las riquezas naturales y mínimo progreso de las
clases bajas y medias del país. Y no es que el modelo no funcionara porque
somos un país de “salvajes” que no puede alcanzar el objetivo de la
civilización; en primera instancia, es porque el neoliberalismo es simplemente
un modelo teórico; en segunda porque sus bases técnico/científicas, como por
ejemplo al eficiencia del mercado, van contra el sentido común de una
convivencia social armoniosa; tercero, porque busca desacreditar al único ente
que ha conseguido que en el país se haya desarrollado un grado de igualdad y
equidad asequible para tener un impulso hacia el verdadero desarrollo; y en
cuarto lugar porque va en contra de los valores de una sociedad que tiene como
principios la solidaridad, la inclusión y la igualdad (Art. 8-I de la CPE).
Primero, el neoliberalismo adopta
el programa de investigación de la economía neoclásica: economía como ciencia
objetiva, dura y de lógica inalterable, como los fenómenos físicos. Trabaja
como la ciencia física del siglo XIX, en base a modelos y no hechos. Sus
fundamentos son supuestos que la realidad rechaza; competencia perfecta,
individuos igualmente informados, capacidad de decidir en entera libertad y
perfectamente racionales. A partir de esos supuestos es que maquina mercados
imaginarios que sirven de base para experimentos matemáticos con personas y
pueblos reales. El problema es que muchas ve las veces su apóstoles no saben
diferenciar el mundo idealizado y el mundo de la economía real y realizan
recomendaciones para “mejorar” el rendimiento de esa economía. Y es que como
decía Friedman: “(Para nosotros) en la economía, como en cualquier otra rama
del conocimiento, no importan los supuestos sino los resultados”. No haber previsto la llegada de una crisis económica
de finales de los 90´s en Latinoamérica o una de las crisis financieras más
grandes de la historia económica (la del 2008) habla del tipo de resultados que
produce este modelo.
Segundo, la idea de eficiencia
del mercado, para cualquier vulgar, se dibuja como una correcta distribución,
más o menos equitativa, de la distribución de la riqueza. Nadie se imagina que
una economía eficiente sea la que produzca más pobres, miseria y desempleo
(solo hay que recordar los 500.00 empleos que prometió Sanchéz de Lozada en el
93). Pero para el modelo neoliberal y sus académicos la idea de eficiente solo
pasa por una instrumentalización; la del mercado como ente que procesa
adecuadamente la información para asignar precios. Parafraseando a Fernando
Escalante G.: “el mercado es eficiente porque lleva el pan a la mesa de quien
puede pagarlo no quien tiene hambre”. Por su parte, el argumento del equilibrio
que acompaña a su pareja (la eficiencia) sirve como argot, pues tiene
connotaciones positivas, sin embargo, sirve para explicar y justificar
recomendaciones concretas para que los Estados se abstengan en interferir con
el sistema de precios, subsidios, gasto público (como lo hizo el Consenso de
Whashington).
Tercero, la desacreditación de la
actividad pública e interés común
equivoca los medios con los fines. Se considera al auto como lento,
sucio y de mal aspecto cuando es el conductor quien no tiene la voluntad de
apretar el acelerador y lavar el coche. En todo el proceso histórico del país, con sus constituciones y
refundaciones estatales, la del Estado Plurinacional es la que por primera que
pregona un horizonte en conjunto. No porque haya sino elaborada,
principalmente, por el partido político azul sino porque es la síntesis de todo
el conglomerado social que forma Bolivia. Es este Estado el que brinda(ó) la
posibilidad de sentirse como iguales a los que antes fueron relegados y les da
la capacidad de ejercer esta igualdad, más allá de la corrupción que haya
realizado el capitán que lo dirigía. Esa igualdad nunca la hubiera podido traer
el mercado (a pesar que sus partidarios habrían preferido intentarlo una y mil
veces) porque no tiene esa vocación, a él solo le interesa ser eficiente.
Cuarto, los valores de libertad y
egoísmo que contribuyen a naturalizar la
fórmula del homo oeconomicus como
definición realista del género humano son insuficientes. Lo humano no solo se
define como la capacidad de elegir lo que a uno mejor le convenga y se descarta
esta simplista definición con algo tan intrínseco a la humanidad como lo es la
abnegación de un padre por su hijo; si por la racionalidad neoliberal fuera,
los hijos podrían ser considerados costos que perjudican el óptimo
desenvolvimiento de los padres y que van
en desmedro de sus beneficios. El hombre no tiene necesidad de estar
maximizando cosa alguna que no sea su felicidad, cuestión que aún no logra descifrar a ciencia
cierta. Entonces, el mérito del
neoliberalismo se vuelve en desmérito, sus valores pregonados, de los que se
nutre su público, solo sirven para
fomentar ideología no para comprender lo humano en su cabalidad. No abastecerían a una sociedad que está
intentando rehacerse después de dos crisis consecutivas, una política y la otra
económica, y que busca un progreso equipotencial de los que la conforman.
Todas estas contradicciones del
neoliberalismo se concretaron en Bolivia, lo cual produjo niveles intolerables
de pobreza y de marginación de gran parte de su población. No se consiguió una
igualdad social que promoviera posibilidades reales de economía para todos los
ciudadanos. Según Aitor Iraegui citando a Hernani, en 2001 (en el principio del
acabose del ciclo neoliberal en el país, es decir, cuando ya de palpaban
definitivamente las consecuencias del modelo), la pobreza moderada en el país
afectaba a 5,28 millones de bolivianos que representaban el 63, 8 % de la población,
mientras que el 39,5 % estaba en una situación de pobreza extrema. Además,
Bolivia presentaba niveles muy bajos de ingreso, analfabetismo, acceso a
servicios básicos y de ingesta de nutrientes básicos para el desarrollo de su
población. Al día de hoy, el país se encuentra en la disyuntiva de seguir
construyendo un modelo económico, social y político inclusivo que beneficie a
la mayoría de sus habitantes, sino a todos, y que respeta su diferencia y
diversidad o un modelo que busca nuevamente, como se proclama en el programa de
gobierno de una de las alianzas que son afines al neoliberalismo (JUNTOS), retornar
al nacionalismo monocultural que solo trajo beneficio y respeto de algunos. Es
tan importante esta decisión que de aquella depende si la sanación del trauma
continúa o si se vuelve a abrir esa herida en la conciencia de la población del
país.
BIBLIOGRAFÍA
- Boccara, Bruno. 2013. Bolivia: Revirtiendo los traumas. La
Paz-Bolivia. Plural editores.
- Escalante Gonzalbo, Fernando.
2015. Historia mínima del neoliberalismo. Mexico, D.F. El Colegio de México.
- Iraegui Balenciaga, Aitor. 2012. La democracia
en Bolivia. La Paz-Bolivia. Plural editores.
- Roll, Erick. 1961. Historia de
las doctrinas económicas. 4ª Edic. Mexico, D.F. Fondo de Cultura Económica.
Publicar un comentario
0 Comentarios