Sobre “La igualdad posible. Alternativas para
imaginar la próxima milla” de OXFAM
Jichha
Cuando se habla
de igualdad, el concepto deriva a aspectos necesariamente sociales, la
colectividad social como elemento para medir quiénes pueden acceder a un
escenario compartido de derechos o desventajas. La noción de igualdad puede
relacionarse con aspectos factibles de distribución de riqueza e ingresos
estatales, pero la siguiente propuesta plantea un ejercicio importante sobre la
percepción de la igualdad desde quienes también la ven y la experimentan, y no
sólo son parte de sus estadísticas. Los datos de estas percepciones se
recogieron desde entrevistas en grupos focales y encuestas con personas de
diversas condiciones a nivel nacional.
“La igualdad
posible. Alternativas para imaginar la próxima milla” es un informe de OXFAM en
el que no solo se reduce el análisis sobre quienes “no tienen” y quienes sí. Es
un completo trabajo de investigación de datos, pero además, las cualidades de
este trabajo se enfocan en la igualdad fáctica, la igualdad percibida y auto
percibida que trascienden a escenarios étnico-culturales, socioeconómicos y de
género, acentuados en los años recientes y la coyuntura política influida desde
la crisis política del 2019 y la pandemia del COVID-19, pero además que destaca
por las alternativas de poder construir un país menos “desigual y pobre”.
Es cierto que
las mejoras en cuanto a accesos a derechos y servicios básicos en Bolivia
tuvieron momentos propicios desde la llegada de Evo Morales al poder y la
consolidación del Estado Plurinacional. Es el primer capítulo el que da cuenta
de lo mencionado y expone una pirámide que se transforma una en una Chacana,
no solo como figura, sino como un paso simbólico hacía la igualdad durante el
periodo 2006-2019 (la mayoría de pobreza extrema situada en el inferior, pasa a
ser mayoría como estrato medio, pasando al centro), aunque también se
identifican “atascos” durante ese “salto” hacía nuevos avances para la
disminución de la desigualdad.
Aunque los
gráficos socio-económicos muestran un avance abismal a comparación a la
situación boliviana a inicios del siglo, las percepciones sobre la igualdad y
la desigualdad, como mencionaba, son parte imprescindible de esta
investigación, ya que se contrastan con las igualdades y desigualdades visibles
y medidas, esto se desarrolla mejor en el capítulo 2: “La desigualdad
imaginada” y el capítulo 3 “Iguales, pero no tanto”.
¿Por qué son
importantes estas percepciones para la investigación?, aquí un párrafo del
documento para entenderlo mejor:
“no todos
suelen ser afectados de la misma manera por los contextos sociales, económicos
e históricos en los que viven. Aún más, se sabe que las percepciones suelen
estar modeladas por la acumulación de experiencias, enseñanzas, aprendizajes y
reflexiones que experimentan los actores sociales y que se modifican en el
tiempo.” (45)
Hay datos
interesantes que recoger en el documento a partir de este capítulo y del
primero, porque pueden haber desigualdades e igualdades en crecimiento en
cualquier proceso político, pero cuando estas no se perciben socialmente, también
pueden generar indiferencias de las mismas, esto depende mucho de las
condiciones en las que los sujetos las perciban. En un país con bastante
clasismo, aún con pobreza, discriminación, machismo y racismo es imprescindible
saber cuáles desigualdades legitima la población y a cuáles les es indiferente
o es poco prioritario atender.
El segundo y
tercer capítulo resalta tres aspectos importantes:
Bolivia discrimina:
desde la pregunta si alguna vez se sintieron discriminados por ser
mujer/hombre, por la clase social, por la posición política, entre otros
aspectos, la respuesta “nunca” alcanza, en la mayoría de los casos, más del 50%.
A pesar de la variación, siete de cada diez bolivianos y bolivianas percibe y
considera que existe discriminación contra la población indígena, mujeres,
población en condición de pobreza, campesinos y homosexuales. Se percibe discriminación
en Bolivia desde diferentes niveles y desde todos sus aspectos y espacios.
Hay mayor sensibilidad a la desigualdad
socioeconómica: el grado de desigualdad mayor se
percibe en la socioeconómica con un 62% (distribuida en alta sensibilidad con
un 21,1% y más o menos alta en 40,9%). Esto concuerda con el dato de las
desigualdades que más preocupan e indignan a la población: el no tener un
trabajo estable y buenos ingresos preocupa en un 53%, mientras que indigna un
51%. Las desigualdades de género y étnico-culturales pasan a segundo plano.
Frente a la desigualdad: soluciones inmediatas y no
estructurales: a la pregunta ¿qué debería hacer el
gobierno para resolver estas desigualdades?, las respuestas se asemejan por su
inmediatez. Para resolver la desigualdad entre mujeres, la mayoría (40%)
considera que debería existir un salario igualitario, mientras que la menor
parte (11%) considera que debería haber mayor presupuesto para políticas de
igualdad, y este último es una opción trascendental y generaría mayores cambios
a mediano y largo plazo.
Lo mismo pasa
cuando se habla de reducir la desigualdad étnico-cultural, al considerar en un
50% que la enseñanza de valores de no discriminación podría reducir este
problema, cuando la solución no es diferenciar a los “indígenas” como seres
“especiales” (algo que se ve en las respuestas que siguen a la primera) y la no
discriminación como propaganda, sino considerar mayores accesos a servicios y
derechos básicos, como la educación de calidad y tecnológica, para mejorar sus
oportunidades. Cabe resaltar que la población “indígena” es también urbana.
Con relación a
reducir la desigualdad entre ricos y pobres, el rol del gobierno debería
desarrollarse en impulsar emprendimientos privados (37%) y crear empresas del
Estado (36%). Hay algo interesante: solo el 19% cree que el gobierno debe
cobrar impuestos a los ricos, algo contradictorio y que dista mucho de la
posición de que el Estado gobierna para grupos poderosos (73,9%) y de que las
grandes empresas y bancos acaparan la riqueza (61%). Ciertamente el modelo
económico no es cuestionado y de alguna forma, “mejorar la educación” (25%) es
una posible esperanza para cambios mejores, pero lo cierto es que las
expectativas sobre reducir estas desigualdades son muy poco consistentes en su
suficiencia y trascendencia.
El capítulo 4
reflexiona sobre las posibles alternativas frente a las desigualdades
observadas y percibidas, pero además en una coyuntura polarizada en la
actualidad. Es importante en este contexto entender que la pobreza aún se
concentra en grupos de trabajo informal (37%), jóvenes (43%), mujeres (37%),
indígenas (44,8%) y del área rural (48%). Los desafíos se enmarcan en la
redistribución de la riqueza, como plantea el documento, esto es un aspecto de
mayor importancia al momento de percibir que el poder está situado en quiénes
tienen más sobre quiénes tienen menos y que también es una causa de la
desigualdad socioeconómica.
Desde la
apreciación de la población entrevistada, el rol del Estado es importante en
esta redistribución, aunque también se manifiesta que sus limitaciones se
determinan con tener el control, pero permitir la presencia importante de
intervención extranjera, esto, pienso, por la desconfianza e incapacidad
percibida sobre el Estado. Otros desafíos también son considerados en la
investigación, pero creo que esta es importante, ya que fue el inicio de nuevos
cambios desde la consolidación de un nuevo Estado a partir del 2006 en Bolivia.
Además, por su trascendencia en aspectos de género, racialización y pobreza, como
un nuevo horizonte para la estructura socio-política del país.
Esta
investigación no es solamente una percepción y una realidad, sino que es un
desafío, para demostrar en unos años o décadas nuestros fracasos y nuestros
aciertos desde las expectativas de una población que no deja de mirar la
igualdad como un horizonte. Tendremos que encontrarnos en la otra “milla
imaginada”, para asumir nuestras decisiones.
Descarga el informe: https://bit.ly/3Y4pwFG
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